A partir de los años cuarenta, la narrativa incorpora nuevos elementos: el contenido se amplía con la introducción de temas urbanos y la estructura se enriquece con innovaciones de la narrativa europea y norteamericana. Asimismo, se incorpora lo irracional procedente del movimiento surrealista.
La personal obra de Borges constituye un precedente indiscutible de toda la narrativa posterior. En ella, lo filosófico y lo metafísico se combinan a menudo con lo fantástico y lo irónico. Su obra supone un punto de referencia de la narrativa de su tiempo en una fase de transición entre la vanguardia y las nuevas formas de novela. Borges destaca ante todo por sus cuentos, recogidos en libros comoFicciones (1944), El aleph (1949) y El libro de arena (1975). Su estilo se caracteriza por la concisión y por la ironía, así como por su carga cultural. Su compleja temática filosófica presenta varios submotivos, como el carácter ilusorio de la realidad, que se confunde con la ficción; el misterio de la identidad (el doble, el sueño, la reencarnación); el mundo como laberinto indescifrable o la concepción circular del tiempo.
La importancia de las preocupaciones existenciales propias de la literatura occidental en los años cuarenta y cincuenta tiene también un reflejo en los autores hispanoamericanos, especialmente en las figuras de Onetti y Sábato, representantes de la que se ha venido a llamar narrativa existencial.
El uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994) describe unas vidas frustradas y amargadas en la ficticia ciudad de Santa María. Esta visión pesimista con raíz en el existencialismo se refleja en sus cuentos y novelas (El astillero, 1961; Juntacadáveres, 1964), en las que la ocultación de datos crea un intenso efecto de suspense.
La obra de Ernesto Sábato (1911) El túnel (1948) trata de un hombre que recurre al crimen como única salida a su radical incomunicación con los demás. Sobre héroes y tumbas (1961) narra una terrible historia de amor y soledad que revela la maldad del mundo contemporáneo. Este escritor argentino es también el autor de Abaddón el exterminador (1974), de parecida complejidad, y de varios ensayos (El escritor y sus fantasmas, 1963).
La narrativa social hereda de la novela indigenista la denuncia de los conflictos raciales en Hispanoamérica. Dos autores representan fundamentalmente esta tendencia: Miguel Ángel Asturias y José María Arguedas.
Miguel Ángel Asturias, guatemalteco (1899-1974), dedica su novela más importante, El señor presidente (1946), a la figura del dictador, que sitúa en una atmósfera de pesadilla, donde se mezclan lo absurdo y lo grotesco. Su labor de estudioso de la cultura maya se refleja en Leyendas de Guatemala (1930) y Hombres de maíz (1949). En su «trilogía bananera» (en la que destaca El Papa verde, 1954) se denuncia la injerencia norteamericana en Centroamérica. Recibió el Nobel en 1967.
José María Arguedas (1911-1969), peruano, es autor también de obras de antropología como La evolución de las comunidades indígenas (1956). Sin embargo, destacó por sus novelas Yawar Fiesta (1941) y Ríos profundos (1956).
Surge en este momento el realismo mágico. Este constituye una representación compleja del mundo, que admite al mismo nivel lo racional, lo onírico y lo fantástico y que persigue reflejar la identidad de América (objetivo que comparte con la novela indigenista). Frente al realismo decimonónico, en esta nueva tendencia narrativa lo real, lo cotidiano, lo mítico y lo imaginario se encuentran enlazados de forma estrecha y verosímil.
El cubano Alejo Carpentier (1904-1980) fue el primer teórico del realismo mágico en un prólogo escrito para El reino de este mundo (1949), historia sobre un levantamiento de esclavos en el Haití del siglo XVIII. En la misma época se ambienta El siglo de las luces (1962). Ambas novelas trazan un grotesco retrato de la fusión entre los ideales ilustrados y revolucionarios y la cultura africana de las Antillas. Con parecido estilo barroco se relata, en Los pasos perdidos (1953), un viaje a través de la selva que acaba atrapando a sus protagonistas. Otras novelas del autor sonEcué -Yamba- O (1933), descripción vanguardista del mundo negro cubano; El acoso (1956), novela breve de compleja estructura acerca de un traidor, y El recurso del método (1974), centrada en una dictadura.
Las novelas del argentino Julio Cortázar (1914-1984) se caracterizan por su radical experimentalismo formal y por su análisis del hombre contemporáneo. La presencia de lo fantástico en Cortázar tiene una ambientación más cosmopolita y más alejada de la realidad americana que en otros autores. Lo fantástico domina en Los premios (1960), mientras que Libro de Manuel (1974) es una crítica a las dictaduras con técnica decollage. Su principal novela,Rayuela, de 1963, es una referencia fundamental de la literatura hispanoamericana. Su estructura en secuencias sueltas permite distintas lecturas y, por tanto, diversas interpretaciones. Con ello pretende expresar mejor los temas del caos y el azar de la vida y de la relación entre el artista y lo creado. Quizá lo mejor de su obra sean sus cuentos (Bestiario, 1951; Final de juego, 1956; Todos los fuegos el fuego, 1966), en los que, con estilo ambiguo, irónico y tierno a la vez, lo fantástico y lo absurdo surgen en medio de lo cotidiano. Es autor de obras misceláneas como Historias de cronopios y de famas (1962) y La vuelta al día en ochenta mundos(1967).
Augusto Roa Bastos (1917-2005), paraguayo, es el autor de Yo el supremo (1974), centrada en un dictador hispanoamericano. Otras obras suyas son Hijo de hombre (1960) y Vigilia del almirante(1992).
Juan Rulfo (1918-1986), mexicano, se convierte en uno de los maestros del nuevo estilo con sus cuentos (El llano en llamas, 1953) y sobre todo con Pedro Páramo. Esta novela, de 1955, narra con juegos espacio-temporales constantes el viaje de un hombre al pueblo de su padre, cuya historia reconstruirá dialogando con vivos y muertos. Su obra supone la cumbre de la llamada novela de la Revolución mexicana.
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