Juan Ruiz (Alcalá de Henares, 1284 - 1351), conocido como el Arcipreste de Hita, fue el creador de una obra miscelánea predominantemente narrativa en verso que constituye una de las obras literarias más importantes de la literatura medieval española, el libro de buen amor.
Fue clérigo y ejerció de arcipreste en Hita, actual provincia de Guadalajara. Se conocen muy pocos datos de su biografía, apenas su nombre y el de uno de los protagonistas de su libro, Ferrán García, en un documento de un cedulario que se conserva en la catedral de Toledo. Los aspectos pseudobiográficos de su obra hicieron que algunos eruditos tratasen de deducir ciertos aspectos de la vida del autor. Nació probablemente en Alcalá de Henares, aunque Emilio Saéz y José Trenchs han postulado la jienense Alcalá la Real, hacia 1283. Debió cursar estudios en Toledo, Hita, Alcalá de Henares o alguna localidad de esta zona y seguramente fue encarcelado por orden del arzobispo de Toledo Gil de Albornoz. Sin embargo, filólogos como Spitzer, M.R. Lida y Battaglia han cuestionado el rigor de muchos de estos supuestos. Igualmente fue un gran aficionado a la música, como lo prueba su conocimiento de la materia a través del léxico muy especializado que maneja. Escribió, que se conozca, una única obra, el Libro de buen amor, quizá redactada en la cárcel. Se ha estimado que su muerte ocurrió antes de 1351, pues en ese año ya no era arcipreste de Hita, cargo que para dicha fecha ocupaba un tal Pedro Fernández.
Escribió la obra más importante en lengua española de la época, el Libro de Buen Amor, considerada también como una de las obras literarias más relevantes de la Europa medieval. De este poema se han extraído todos los datos biográficos disponibles sobre el Arcipreste: su nombre, su lugar de nacimiento y la ciudad en que estudió, Toledo, punto de encuentro de las civilizaciones musulmana, judía y cristiana.
Aunque subsisten ciertas dudas respecto a la exactitud de estos datos, se ha llegado a calificar su obra de mudéjar, por la equívoca relación que establece entre piedad religiosa y sensualidad y su refinado ideal de belleza femenina.
El propio Arcipreste alimenta esta confusión entre la pasión religiosa y la pasión amorosa, habitual en la literatura popular de la Edad Media, al proclamar al comienzo del libro que éste debe ser «bien entendido», con lo cual señala su doble sentido, y añade que no debiera el lector dejarse engañar por las referencias sensuales y en ocasiones abiertamente eróticas de la obra, pues si muestra estos vicios es para generar repulsa y no para tentar con ellos; sin embargo, hay quien supone que esta parte fue escrita para aplacar las críticas, y que la finalidad del libro es bien poco piadosa.
Las cantigas a Santa María denotan lo que parece un verdadero fervor religioso, acentuado por la situación de tribulación moral en que confiesa hallarse el autor en más de una ocasión. El libro acata una y otra vez la moral eclesiástica y fustiga con acritud lo que ésta condena, pero procede, de manera sistemática, a un olvido «sospechoso» de las severas intenciones proclamadas para situarse en el campo de la desenfadada sátira popular. Si lo religioso parece servir a menudo a fines profanos, también ocurre a la inversa, cuando el relato más pícaro y desenvuelto sirve para inferir alguna máxima moralizadora.
Su estilo es a la vez pintoresco y vivaz, y denota una extraordinaria facilidad en el empleo de términos expresivos y de gran plasticidad. Lejos de proceder a una selección cuidadosa de vocablos, ofrece una sorprendente abundancia de palabras, giros y dichos populares, que constituyen un ágil e ingenioso entramado lingüístico y suponen un avance significativo respecto del lenguaje de los poetas del siglo XIII, más limitado y mucho menos vivaz y espontáneo.
La orientación popular del Libro de Buen Amor es patente y puede comprobarse en su métrica irregular y en su anunciada intención de servir como libro de cantares para ser repetido e incluso modificado por el pueblo («Cualquier homne que lo oya, si bien trobar sopiere, puede más añadir e emendar si quisiere»). En la figura del Arcipreste, el juglar y el clérigo llegan a confundirse por completo: como cualquier juglar, solicita un don al término de su relato, aunque recuerda su condición de clérigo y se limita a pedir un paternoster a guisa de recompensa, lo que constituye un nuevo y equívoco guiño al lector.
Con el Arcipreste de Hita llega a su cumbre la juglaría lírica en castellano, que antes había desplazado a la gallega, predominante durante el siglo anterior. El único manuscrito que se conserva de la obra señala que fue compuesta en prisión, en donde se supone que el arzobispo de Toledo, Gil de Albornoz, ordenó que se encerrara a Juan Ruiz, aunque bien podría tratarse de una referencia alegórica al mundo como prisión del alma, lugar común de la literatura medieval. Aunque se ignora la fecha exacta de su muerte, se sabe que ya en el año 1351 el arcipreste de la ciudad de Hita era una persona distinta de Juan Ruiz.
fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/arcipreste_hita.htm
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