domingo, 13 de marzo de 2011

La poesía posterior a la vanguardia


Los años treinta vivieron una gran conflictividad político-social en todo el mundo, que favoreció la toma de conciencia de los escritores. Así, autores como César Vallejo o Pablo Neruda evolucionaron hacia la rehumanización de su poesía. La poesía hispanoamericana, sin renunciar a los logros formales vanguardistas, acentuó en general su compromiso con la realidad, pero en su evolución hasta nuestros días ha tomado caminos muy diversos. En el panorama poético destacan las siguientes tendencias y autores:


•Nicolás Guillén y la poesía negra. La tendencia general de principios de siglo hacia la búsqueda de lo autóctono llevó a la revalorización de la cultura de la población negra, despreciada hasta entonces. La fusión entre vanguardismo y folclore negro desembocó en la llamada poesía negra o afroamericana, semejante al neopopularismo de la generación del 27. Entre sus cultivadores pueden citarse al puertorriqueño Luis Palés Matos (1898-1959) y al cubano Emilio Ballagas (1910-1954).


Nicolás Guillén (1902-1989), cubano y mulato, es el principal representante de esta tendencia. En sus primeras obras (Motivos de son, 1930; Sóngoro Cosongo, 1931) describe el mundo de la población de color: estampas típicas, ritos, supersticiones, etc. Pasa después a denunciar la marginación del negro y las injusticias sociales (El son entero, 1947; La paloma del vuelo popular, 1958), al tiempo que su oposición a Batista le obliga a exiliarse. Tras el triunfo de Castro, su obra se orienta hacia lo revolucionario (Antología mayor, 1964).

•La poesía pura fue una corriente poética de los años treinta, derivada del vanguardismo, que busca la belleza evitando el sentimiento y centrándose en la propia creación lírica. En Colombia, destaca el grupo Piedra y Cielo, con el clasicismo de Eduardo Carranza (1913-1985). También tuvo un notable desarrollo en Cuba, con la poesía introspectiva y abstracta de Dulce María Loynaz (1903-1987) y, sobre todo, la inclasificable obra de José Lezama Lima (1912-1976), también narrador, que construye complejos mundos poéticos, casi indescifrables.

•Octavio Paz (1914-1998) se entrega a una obra donde la preocupación esencial es el lenguaje. Su obra El arco y la lira (1956) es un texto fundamental para comprender la poética de este escritor mexicano: elementos como poesía y poema, lenguaje, ritmo, consagración del instante, conforman obsesivos interrogantes de este ensayo. Piedra de sol (1957) es uno de los más extensos e importantes poemas latinoamericanos, donde diversos motivos líricos (mundo, relación yo- tú, instante, erotismo, búsqueda) se entremezclan con la reflexión del poeta sobre el mismo proceso creativo.Blanco (1967) constituye un poema espacial, cuya lectura puede realizarse de diferentes maneras, con marcado contenido erótico y gran preocupación lingüística.

Pasado en claro (1978) es un itinerario, una búsqueda, que se inicia con la meditación sobre el proceso de la escritura.

•Otros poetas posvanguardistas El chileno Nicanor Parra (1914), con sus «antipoemas» y «artefactos», crea una poesía que oscila entre lo popular y una desenfadada visión crítica e irónica de la realidad circundante. Sus principales obras líricas son Poemas y antipoemas (1954), La cuenca larga (1958), Versos de salón(1962), Canciones rusas(1967), Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977) y Nuevos sermones del Cristo de Elqui(1979).
El nicaragüense Ernesto Cardenal (1925), quien ocupó un alto cargo en el gobierno sandinista, es también un escritor que utiliza su palabra para testimoniar su compromiso político-social y, desde su posición de religioso, cantar himnos de esperanza en el futuro de la humanidad. Entre sus obras destacan Hora cero (1960),Epigramas (1961),Salmos (1964) y Homenaje a los indios americanos (1969).

Otros poetas destacados son el chileno Gonzalo Rojas (1917), el mexicano Tomás Segovia (1927), el cubano Roberto Fernández Retamar (1930), el peruano Jorge Eduardo Eielson (1921), el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum (1926) y los argentinos Mario Benedetti (1920) y Juan Gelman (1930).

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