domingo, 6 de febrero de 2011

Principales exponentes de la literatura romántica

William Butterfield.
Construyo la Iglesias De Todos Los Santos, Margaret Street, Londres, 1849, como un gran centro de anglicanismo. Su ladrillo policromo y su decoración de cerámica eran una recreación de la riqueza del estilo medieval adaptado a la época, y el ingenio de su distribución, sobre un emplazamiento urbano muy congestionado, podría ser de Wren.








También construyo las iglesias de G. E. Street, sencillas aunque de gran riqueza de textura , sobre todo las de St. Philip y St. James, Oxford, 1860 y St James the Less, Wetsminster, 1958.El esplendor de la gótico victoriano continua con el Albert Memorial en Londres, 1863, de Scott y el ayuntamiento de Manchester, 1868, de Waterhouse terminado en 1871, y con el Palacio de Justicia de Street en el Strand, Londres.


Homero:



El nombre dado al poeta y rapsoda griego antiguo al que tradicionalmente se le atribuye la autoría de las principales épicas griegas —La Ilíada y La Odisea—, la épica menor cómica Batracomiomaquia (‘La guerra de las ranas y los ratones’), el corpus de los himnos homéricos, y varias otras obras perdidas o fragmentarias tales como Margites. Algunos autores antiguos le atribuían el Ciclo Épico completo, que incluía más poemas sobre la Guerra de Troya así como poemas tebanos sobre Edipo y sus hijos. En todo caso, no cabe duda que es el pilar sobre el que se apoya la épica grecolatina y, por ende, la literatura occidental.

fuente: http://romantiletu-145.blogspot.com/2007/08/la-literatura-romana.html

El Linaje de Edipo



El linaje de Edipo: consideraciones previas a la lectura de Edipo Rey.
Cuando la
obra de Edipo Rey apareció en escena por primera vez en la Atenas del siglo V, los personajes y el argumento que en ella aparecían eran muy familiares para los espectadores. Eso se debe a que la historia que aparece contada en escena está tomada del fondo legendario de la Mitología Griega que a modo de cuentos o narraciones habían venido circulando, primero de forma oral y luego por escrito, desde tiempos inmemoriales.
En muchos de sus elementos estas historias poseían un fondo fabuloso que los griegos habían oído relatar, ya desde pequeños.Sin embargo, desde nuestra posición de lectores o espectadores modernos, aquellas historias que formaban parte del acervo legendario de la época clásica ya no nos resultan muy comprensibles, por lo cual es necesario informarnos sobre sus antecedentes.Lo que primero notamos es que la estructura argumental de estas historias, convertidas en piezas dramáticas y elevadas por el poeta a la categoría de obras de arte, parece bastante más compleja que el argumento simple de cualquier cuento moderno.La historia de Edipo, por ejemplo, está dentro de un conjunto de leyendas más extenso; por eso, su dramatización no encuentra significación plena si no es en un contexto mucho más amplio: el del triste sino trágico que, a través de varias generaciones, persigue a la familia real de Tebas, a la dinastía de los Labdácidas. Edipo es hijo de Layo y de Yocasta y, por tanto, nieto de Lábdaco. Su ascendencia se remonta hasta el propio Cadmo, el héroe que, tras consultar el oráculo de Delfos y recibir la ayuda del dios Apolo en la búsqueda de su hermana Europa, raptada por Zeus, fundó en la Fócide la ciudad de Tebas.

La historia sigue más o menos así:Lábdaco había heredado el trono de Cadmo, pero su descendencia pronto perdería el favor divino. A su muerte, al ser su hijo Layo demasiado joven, el reinado recayó en un héroe des cendiente también de Cadmo, quien fue asesinado por Zeto y Anfión, apoderándose así del poder. Layo huyó entonces hasta las tierras de Pélope. Allí se enamoró del joven Crisipo, hijo de Pélope, (para muchos comentaristas esta es la razón del nombre de Layo, que en griego significa "el torcido o cojo", pues pasaría por ser el introductor mitológico de la homosexualidad). Dominado por la pasión, lo raptó y se unió a él, con lo que atrajo sobre sí y sobre las generaciones futuras la maldición de Pélope. Cuando los usurpadores desaparecieron a su vez, Layo fue llamado por los tebanos a ocupar el trono. Pero en adelante todos los intentos de evitar que el oráculo se cumpla resultarán inútiles. Layo, acudió al oráculo de Delfos a consultar a la pitonisa sobre su destino. La divinidad le aconsejó entonces que evitara tener hijos, pues si llegaba a tener alguno, éste le mataría a él, su padre, y se casaría con su esposa, y madre del hijo.
Pero Layo y su esposa Yocasta engendraron un niño al que, nada más nacer, entregaron a un criado para que lo abandonase a las fieras en el monte Citerón (antes le habían taladrado un pie con un clavo; de ahí le viene el nombre, pues en griego "Edipo" significa "pie hinchado"). Sin embargo, el criado se apiadó del pequeño y se lo entregó a un pastor que andaba por allí para que se lo llevase lejos. Éste así lo hizo y llevó al niño a tierras de Corinto, su propio país, donde lo entregó a los reyes Pólibo y Mérope, que, como no tenían descendencia, lo acogieron como hijo propio. Creció Edipo como un príncipe de noble estirpe, hasta que ya adolescente, tras oír rumores, fue a consultar el oráculo de Apolo, quien le comunicó que mataría a su padre y se casaría con su madre. El joven Edipo, aterrorizado, decidió no regresar a Corinto. Al salir de Delfos, en una encrucijada de la montaña, se topó con un coche de caballos; al no querer ceder el paso, se produjo un altercado en el que perdieron la vida todos menos uno. El dueño del carro resultó ser Layo, el rey de Tebas. Precisamente a Tebas se dirigió luego Edipo. La ciudad estaba aterrorizada por un terrible monstruo que la asolaba. La esfinge (monstruo con cabeza de mujer, cuerpo de león y alas) que proponía enigmas y devoraba a los que eran incapaces de resolverlos; también salió al encuentro de Edipo y le propuso el enigma del animal que por la mañana camina a cuatro patas, con dos a mediodía y tres en la tarde; Edipo resolvió el enigma contestando "el hombre"; la esfinge se suicidó y el joven entró en la ciudad como un héroe salvador. Como reconocimiento a su proeza los tebanos, que se habían quedado recientemente sin rey, lo elevaron al trono y le dieron en matrimonio a la reina viuda Yocasta (precisamente el nombre de Yocasta significa en griego "la que sobresale por su hijo"). Ambos tendrán descendencia a la vez que los asuntos de la ciudad prosperan hasta que un día la ciudad se levanta en medio de una tenaz peste que amenaza con destruir a todos sus habitantes.

Como se puede apreciar, se trata de una complicada y enrevesada historia que Sófocles manejó para acoplarla a sus intenciones literarias :-elige el punto culminante de este mito, cuando Edipo, ya siendo rey de Tebas, está a punto de descubrir todo su triste pasado: el parricidio y el matrimonio con su madre.-hace que Edipo se castigue a sí mismo, y que Yocasta se suicide al descubrir el incesto.-cuenta la historia como una investigación personal del personaje sobre su pasado.

fuente:
http://literaturauniversaldeedipoakafka.blogspot.com/2009/10/el-linaje-de-edipo.html

Johann Wolfgang von Goethe



(Frankfurt, 1749-Weimar, id., 1832) Escritor alemán. Nacido en el seno de una familia patricia burguesa, su padre se encargó personalmente de su educación. En 1765 inició los estudios de derecho en Leipzig, aunque una enfermedad le obligó a regresar a Frankfurt. Una vez recuperada la salud, se trasladó a Estrasburgo para proseguir sus estudios. Fue éste un período decisivo, ya que en él se produjo un cambio radical en su orientación poética. Frecuentó los círculos literarios y artísticos del Sturm und Drang, germen del primer Romanticismo y conoció a Herder, quien lo invitó a descubrir a Homero, Ossian, Shakespeare y la poesía popular.
Fruto de estas influencias, abandonó definitivamente el estilo rococó de sus comienzos y escribió varias obras que iniciaban una nueva poética, entre ellas Canciones de Sesenheim, poesías líricas de tono sencillo y espontáneo, y Sobre la arquitectura alemana (1773), himno en prosa dedicado al arquitecto de la catedral de Estrasburgo, y que inaugura el culto al genio.

En 1772 se trasladó a Wetzlar, sede del Tribunal Imperial, donde conoció a Charlotte Buff, prometida de su amigo Kestner, de la cual se prendó. Esta pasión frustrada inspiró su primera novela, Los sufrimientos del joven Werther, obra que causó furor en toda Europa y que constituyó la novela paradigmática del nuevo movimiento que estaba naciendo en Alemania, el Romanticismo.

De vuelta en Frankfurt, escribió algunos dramas teatrales menores e inició la composición de su obra más ambiciosa, Fausto, en la que trabajaría hasta su muerte; en ella, la recreación del mito literario del pacto del sabio con el diablo sirve a una amplia alegoría de la humanidad, en la cual se refleja la transición del autor desde el Romanticismo hasta el personal clasicismo de su última etapa. En 1774, aún en Frankfurt, anunció su compromiso matrimonial con Lili Schönemann, aunque rompió el noviazgo dos años más tarde; tras aceptar el puesto de consejero del duque Carlos Augusto, se trasladó a Weimar, donde estableció definitivamente su residencia.

Empezó entonces una brillante carrera política (llegó a ser ministro de Finanzas en 1782), al tiempo que se interesaba también por la investigación científica. La actividad política y su amistad con una dama de la corte, Charlotte von Stein, influyeron en una nueva evolución literaria que le llevó a escribir obras más clásicas y serenas, abandonando los postulados individualistas y románticos del Sturm und Drang. En esa época empezó a escribir Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795), novela de formación que influiría notablemente en la literatura alemana posterior.

En 1786 abandonó Weimar y la corte para realizar su sueño de juventud, viajar a Italia, el país donde mejor podía explorar su fascinación por el mundo clásico. De nuevo en Weimar, tras pasar dos años en Roma, siguió al duque en las batallas prusianas contra Francia, experiencia que recogió en Campaña de Francia (1822). Poco después, en 1794, entabló una fecunda amistad con Schiller, con años de rica colaboración entre ambos. Sus obligaciones con el duque cesaron (tan sólo quedó a cargo de la dirección del teatro de Weimar), y se dedicó casi por entero a la literatura y a la redacción de obras científicas.

La muerte de Schiller, en 1805, y una grave enfermedad, hicieron de Goethe un personaje cada vez más encerrado en sí mismo y atento únicamente a su obra. En 1806 se casó con Christiane Vulpius, con la que ya había tenido cinco hijos. En 1808 se publicó Fausto y un año más tarde apareció Las afinidades electivas, novela psicológica sobre la vida conyugal y que se dice inspirada por su amor a Minna Herzlieb. Movido por sus recuerdos, inició su obra más autobiográfica, Poesía y verdad (1811-1831), a la que dedicó los últimos años de su vida, junto con la segunda parte de Fausto.






La Literatura como expresión estética

Naturalmente, el lenguaje es esencialmente un instrumento de comunicación de contenidos. Por tal motivo, aunque la obra literaria procure un uso especialmente destacado del instrumento lingüístico de que se vale; es asimismo a través de sus contenidos, que comunica y que elabora el objetivo de su expresión artística, el cual frecuentemente exorbita el ámbito del arte para incursionar en el de la propaganda de ideas.

Como regla general, la creación literaria es esencialmente una exteriorización: el escritor escribe para publicar y para ser leído. Tal vez no fuera correcto calificar de obra literaria aquella creación tan intimamente personal del autor, que solamente se satisfaga con haberla alcanzado para sí, sin aspiración alguna a cierta forma de exteriorización y consiguiente búsqueda de ser compartida.

Por ello, aún cuando en algunos casos pueda buscar un lucimiento por los logros puramente formales que alcance en el manejo del idioma (o incluso una gratificación personal e íntima, lo que es válido especialmente en la poesía); esencialmente el escritor busca transmitir el contenido de sus emociones, sus reflexiones, sus visiones o experiencias, frecuentemente sus ideas y concepciones del hombre, del mundo, de la sociedad y de la vida, tanto en el plano político como filosófico o religioso.

También es posible que aunque ello implique ya un cierto grado de manipulación el objetivo no sea tanto transmitir sus propias emociones o vivencias, sino suscitar en el lector determinadas reacciones emocionales por medio del vector artístico; ya que, si se tratara de suscitar una actitud de análisis y reflexión, el vector no sería estético sino racional, y el texto encasillaría no en la literatura, sino en el ensayo u otras clases de escritos.

El escritor es frecuentemente un artista que pretende hacer de su labor una actividad profesional; aunque también subsisten quienes practican la creación literaria con fines puramente de realización personal. Pero de todos modos, el componente de búsqueda de reconocimiento social, aunque sea por parte de los grupos reducidos o selectos integrados por sus afines, constituye sin duda uno de los motivantes básicos del escritor.

En este último sentido, es una realidad frecuente que quienes se consideran escritores, tienen vocación de serlo, o aspiran a hacerse un lugar en el llamado “parnaso” literario; frecuentemente se integran en grupos bastante cerrados de sus afines, a los que por lo común sólo puede accederse por intermedio de otros anteriores integrantes, donde se intercambian las creaciones, se discuten teorías estéticas, o ideologías diversas, se ensalzan tendencias o corrientes literarias, se trata de ser partícipe en la búsqueda de hallazgos formales, etc.

Son círculos a menudo denominados “cenáculos” como la célebre “torre de los panoramas” de Herrera y Reissig en los que suele imperar un alto grado de apasionamento a menudo de sectarismo y no pocas veces una reciprocidad ditirámbica en función de la cual todos se elogian mutuamente; con lo cual, en algunos casos, llegan a construirse estrellatos literarios en el resto de la sociedad, no siempre sustancialmente justificados.

No obstante salvo cuando la vanidad personal (que suele ser un componente del escritor) fuera extrema, y se viera satisfecha solamente por el halago de un pequeño grupo de allegados la aspiración final del escritor es comunicar para lograr en su lector una sintonía, cuando no una coincidencia y adhesión total, en la forma más masiva posible; lo cual, adicionalmente, en función de los derechos de propiedad intelectual, también puede constituir una excelente fuente de ingresos económicos tanto para escritores como para editores.

Al igual que ocurre con algunas expresiones musicales especialmente de tipo popular o generacional la producción literaria, que requiere de una industria editorial para difundirse, genera con ella una interacción en virtud de la cual las empresas dedicadas al negocio editorial necesitan a su vez alimentarse constantemente con contenidos nuevos.

La generalización del gusto por la literatura, a diversos niveles de calidad, da origen además de la industria editorial a otra serie de actividades conexas; tales como las columnas de crítica en los periódicos u otros medios de difusión masiva, así como a la propia docencia literaria y académica. Todo lo cual se retroalimenta, suscitando una actividad permanente entre todos sus componentes.

GÉNEROS LITERARIOS: concepto.


Al estudiar las obras literarias individualmente, el concepto de “género” se hace imprescindible, pero la definición de los géneros literarios ha resultado complicada desde la Antigüedad. No obstante, todo el mundo parece admitir una clasificación (exceptuando a Benedetto Croce). Actualmente, se habla de género (aunque sea por convención), e incluso se ha llegado a asociar este concepto con el concepto de norma lingüística de Stempel: “El género […] tiene que ver a la vez con el sistema y con el habla, estatuto que corresponde a lo que Coseriu ha llamado “norma”.” (“Pour une description des genres littéraires”, 1971)


Es importante también la cuestión de los géneros desde la perspectiva de la literatura comparada. Claudio Guillén (1985) analiza los géneros desde distintos aspectos: histórico, sociológico, pragmático, estructural, lógico y comparativo, y los define como “an invitation to form”. Desde su punto de vista, cada época ha enfocado el problema de los géneros literarios desde un contexto histórico concreto.


1. La teoría clásica y clasicista, que se basa en las diferentes formas de mimesis o imitación, nace prácticamente con la Poética aristotélica, en la que se diferencian tres géneros en función del tipo de expresión: épico (narrativa), trágico (drama) y lírico (poesía). El crítico Gérard Genette (Introducción al architexto, 1979) compara la visión clásica de los géneros con la romántica y establece que la segunda se proyecta sobre la primera para llegar a la delimitación de tres géneros: lírica, épica y dramática.


[L. Timoféiev (1979) mantiene también la diferenciación aristotélica entre épica y drama a partir de la relación de la literatura con la realidad: si el reflejo es básicamente fiel, se trata de ENSAYO; si el reflejo es ficticio puede ser, bien de una vivencia: LÍRICA, bien de una carácter en acción, y en este caso distingue la ÉPICA (con narración) del DRAMA (sin narración); por último, si el reflejo es hiperbólico, el género es la SÁTIRA]


2. La teoría romántica o arquetípica está fundamentada en categorizaciones abstractas. Emil Staiger (1946) habla de conceptos como “lo épico”, “lo trágico”, “lo lírico”… y busca establecer una conexión entre esta teoría y las categorías antropológicas, con la pretensión de llegar al “problema acerca de la misma esencia del hombre” (1946)


3. La descriptiva o taxonómica busca la descripción de manifestaciones históricas de los géneros y la delineación de unas constantes en medio de esas manifestaciones. Son las teorías del formalismo ruso, especialmente la definición de Boris Tomachevski (1925), quien defiende la imposibilidad de una clasificación lógica y duradera; para él, existe una gran complejidad en las clasificaciones, y la única clasificación posible es histórica, que ha de ser, necesariamente, pragmática y utilitaria: “Se crean clases particulares de obras (los géneros) que se caracterizan por una agrupación de procedimientos alrededor de los procedimientos perceptibles, que llamamos los rasgos de género” [citado por Dómínguez Caparrós, pág.111]


1. TEORÍAS CLÁSICAS Y CLASICISTAS
En la teoría clásica de los géneros se diferencia una tipología elaborada deductivamente a partir de la definición de la literatura como “mímesis”; y una elaboración de taxonomías a partir de los géneros históricos presentes en las literaturas griega y latina.


1.1. Platón, en La República III, distingue tres clases de poesía según el papel del autor en el texto: “un tipo de poesía y composición de mitos íntegramente imitativa” sin intervención del poeta, que serían la tragedia y la comedia; otro que se produce “a través del recital del poeta”, en el que engloba a lo que después se llamará lírica; y un último género “en que se mezclan ambos procedimientos” y que corresponde a la épica.


Aristóteles (Poética 1448a) establece la clasificación de los géneros a partir del modo, el medio y el objeto de imitación. Respecto a los modos de imitación, diferencia dos: la forma activa propia del teatro, en que únicamente intervienen los personajes; y la forma narrativa en que pueden señalarse dos variedades según si el poeta narra personalmente, o lo hacen sus personajes. Respecto al medio de imitación (ritmo, canto, verso), se diferencian por usarlos de manera distinta. Y en cuanto al objeto de imitación, los géneros se distinguen por hacer a los hombres mejores, peores o iguales. Para Aristóteles, los géneros están sujetos a la posibilidad de cambio y tienen unas caracaterísticas estructurales propias (tiempo, acción, tipo de verso…).


Platón también incluye en el Ion una propuesta taxonómica; como el poeta escribe según le inspira la Musa, cada uno sobresale en un género determinado y no en los demás, y diferencia los ditirambos, loas, danzas, epopeyas y yambos; y en Las leyes clasifica los géneros musicales y habla de himno, treno, ditirambo, peán y nomo. Por su parte, Aristóteles habla de ditirambo, comedia, tragedia, nomos y parodias.


1.2. Aunque en la poética latina no hay muchas reflexiones teóricas, sí que encontramos distintas clasificaciones taxonómicas, en Cicerón, Quintialiano o en Tácito, para quien los géneros son, básicamente, tragedia, épica, lírica, elegía, yambo y epigrama.


1.3. A. López Pinciano, en el clasicismo español, desarrolla el estudio de los géneros desde tres enfoques siguiendo la tradición aristotélica: según el medio de imitación, según la cosa imitada y según el modo de imitación. Establece una taxonomía en la que, además del ditirambo, la poesía dramática y la poesía épica, habla de mimos, epigramas, apólogos, rapsodias… Todavía no delimita bien la lírica y el ditirambo, pero con Cascales desaparecen estas confusiones y encontramos la asimilación del modo de imitación narrativo puro con la lírica. La poesía se divide en tres especies principales: épica, escénica y lírica (Tablas poéticas, 1617), con lo que se impone la división tripartita de los géneros, históricamente aceptada desde S. Minturno (L’arte poética, 1564). Luzán también mantiene la diferenciación según los modos de imitación, división que complementa con el criterio de utilidad de cada género literario. Carvallo trata de manera especial el género de la comedia.


2. TEORÍA ROMÁNTICA

Con el romanticismo se introduce una nueva perspectiva en el estudio de los géneros. Jean-Marie Schaeffer expone que en este cambio se percibe la intención de explicar la génesis y la evolución de la literatura, tal como sugiere el hecho que desde esta época, los géneros literarios se asimilen a determinadas actitudes fundamentales. Son propuestas abstractas de perfil psicológico:
-
Goethe, (Formas naturales de poesía) propone tres clases de poesía: la que narra claramente (épica), la inflamada por el entusiasmo (lírica) y la que actúa personalmente (dramática). Estas formas “naturales” pueden aparecer juntas en un mismo poema.


J.W.von Goethe,(Stieler 1828).
-Schiller, hace una diferenciación basada en la forma de sentir, y distingue una poesía ingenua, correspondiente a la poesía antigua, y una poesía sentimental (reflexiva), correspondiente a la moderna, en la que se incluye la sátira, la elegía y el idilio.
-Hegel (Lecciones de estética, 1817-1820) reformula la tríada clásica y habla de épica, lírica y dramática.
-Emil Staiger (Conceptos fundamentales de poética, 1946) considera que hay una relación entre unos estilos fundamentales y unas actitudes básicas del ser humano, y que coinciden con los géneros literarios tradicionales.
Hay críticos que llegan incluso a la negación de los géneros en su sentido clásico y a formulaciones nuevas y originales.


3. TEORÍAS DEL S.XX
3.1. Benedetto Croce (Estética, 1938), en contra del historicismo y el intelectualismo de la estética, niega el concepto de género literario. La obra poética es una e indivisible, y es absurdo introducir distinciones. No rechaza la noción de género, que es un instrumento útil en la sistematización de la historia de la literatura, pero es algo ajeno a la obra literaria.


3.2. Todorov se aproxima a una reinterpretación de la idea de género, de cuya existencia no duda. Dominguez Caparrós señala que Todorov rechaza las cuatro objeciones principales a la existencia de géneros: a) que haya que conocer todas las obras para llegar a la definición de un género; b) que sea difícil hallar el nivel en el que situar las diferencias entre “género” y “obra individual”; c) niega la contradicción entre ideal de originalidad y necesidad de repetición genérica; y d) la aparente falta de sometimiento de la literatura moderna a los géneros.


Sigue las teorías de Northrop Frye (1957) en su intento de encontrar los rasgos propios de cada género, y diferencia distintos géneros literarios. Para T.Todorov la teoría de los géneros literarios se ha de basar en una representación o modelo de la obra literaria, y una vez establecidos teóricamente, los géneros deben contrastarse en los textos. Todorov no duda de la existencia de diferentes géneros de discurso y establece determinadas premisas desde las que se puede elaborar una tipología:
– la teoría de los géneros parte de una representación (modelo) de la obra literaria.
– hay que situar las estructuras literarias en un nivel
–los géneros literarios son históricos (derivados de una observación de los hechos literarios) y teóricos (deducidos de una teoría de la literatura).
– los géneros teóricos, según su estructura, pueden ser elementales (según la presencia o ausencia de un solo rasgos estructural) y complejos (por la presencia o ausencia de una conjunción de rasgos).
– los géneros teóricos han se ser comprobados en los textos, y los géneros históricos deben ser explicados por la teoría.


3.3. Mijail Bajtin (Los géneros del discurso), en el marco de una teoría del enunciado lingüístico, distingue entre géneros discursivos primarios y secundarios. Los géneros literarios son segundos (o complejos) porque surgen de condiciones de comunicación cultural más compleja, y se desarrollan a partir de muchos discursos primarios. Bajtin habla de forma arquitectónica y forma composicional de las artes.


3.4. Julia Kristeva, desde una perspectiva semiótica, aborda el problema de la sustitución de los tradicionales géneros por una tipología de los textos, término este que usa para referirse a la totalidad novelesca, y a cuya realización concreta llama enunciado novelesco.


3.5. Marie-Laure Ryan (“Hacia una teoría de la competencia genérica”, 1979) desarrolla una clasificación de los géneros a partir de la teoría de los actos de lenguaje, y propone las reglas pragmáticas de una serie de géneros concretos como el reportaje, la receta, la adivinanza, el chiste, la novela policíaca, el relato de terror, el relato fantástico.


3.6. Jean-Marie Schaeffer (Qué es el género literario, 1989), señala cuatro aspectos de los que depende la tipología de los géneros: 1) todo texto es un acto de comunicación; 2) tiene una estructura de la que se deducen unas reglas; 3) tienen un carácter hipertextual por cuanto se relaciona con otros textos; y 4) es similar a otros textos. Asocia los géneros tradicionales con actos ilocutivos concretos de Searle


3.7. Claudio Guillén (Entre lo uno y lo diverso, 1985) analiza seis aspectos de los géneros (histórico, sociológico, pragmático, estructural, lógico y comparativo), y concluye que la cuestión de los géneros es un asunto central en la reflexión teórica sobre la literatura, aunque esa reflexión también está condicionada históricamente, de manera que el problema es enfocado por cada época, escuela o crítico desde planteamientos que le son propios y que constituyen su entorno histórico.


3.8. Díez Taboada (1965) hablaba del género como “cauce histórico, tradicional e institucional de comunicación”. También Miguel Ángel Garrido (1988) señala el carácter institucional del concepto, en el sentido de que permite al autor escribir dentro de unos moldes, y al lector saber con qué se va a encontrar al abrir una novela o una obra de teatro.


La Literatura como disciplina cultural


Como disciplina objeto de estudio dirigido a la formación de una superior condición cultural, la literatura ha adquirido el concepto con que actualmente se la emplea, en épocas bastante recientes.


Y más todavía, como una actividad explícitamente realizada por quienes tienen una inclinación a producir obras artísticas mediante el lenguaje, con un objetivo primariamente creativo en sí mismo pero finalmente dirigido a su difusión en un medio social incluso como una forma de profesionalidad y un medio económico de vida y a la cual otros grupos de personas están atentas como lectores, analistas o estudiosos.


El cultivo expreso de la literatura, como actividad dirigida a la elaboración de textos susceptibles de ser calificados como obras literarias así como el estudio de sus elementos instrumentales y el ordenamiento analítico de sus contenidos forma parte de un conjunto de expresiones culturales que habitualmente se integran en el concepto de las “Humanidades”; conjuntamente con otras disciplinas como pueden ser las otras artes tales como la música, la pintura o la escultura, la Filosofía, la Economía, el Derecho, y otras que tienen como factor común el ser resultado de la actividad humana, y no meros productos de la Naturaleza. Reservándose, para el estudio de estos últimos, la denominación de Ciencias.


El enfoque en la producción literaria, con el sentido expuesto, tuvo un importante impulso en la segunda mitad del siglo XVIII; a pesar de que indudablemente muchas de las más importantes obras literarias de las épocas recientes, habían sido realizadas con anterioridad, especialmente hacia la época del Renacimiento.


Hacia 1800 hizo aparición un libro escrito por Mme. de Staël, titulado “De la literatura considerada en sus relaciones con las instituciones sociales”; que en cierto modo resumió el enfoque actual y el contenido que se asigna a la literatura como disciplina o como actividad creadora: como “arte de la palabra” aunque esta expresión puede aplicarse a otras disciplinas afines, tales como la oratoria o el recitado teatral, que no corresponden estrictamente al concepto específico de literatura.


Valerse del lenguaje para expresar emociones, para comunicar sensaciones o pensamientos, es sin duda uno de los motivos de propia existencia de ese lenguaje entre los hombres. De tal manera, no puede llamar la atención que hayan existido textos que puedan calificarse de literarios, desde lo mismos inicios de la escritura. Del mismo modo que, aún antes del surgimiento de la escritura, de todos modos los hombres se transmitieron lo que pueden considerarse obras literarias, sólo mediante el empleo de la memoria y de la transmisión oral.


En tal sentido, de cierto modo todo lo que constituye el enorme acervo de textos registrados de la Humanidad, puede considerarse parte integrante de la literatura; incluso en aquellos casos en que esos textos no fueron escritos con un propósito deliberada o fundamentalmente artístico.
Además de los textos que procuraban recoger las tradiciones y fundamentos religiosos o históricos de los pueblos antiguos, han existido otras expresiones más directamente literarias, no escritas. Numerosos componentes del acervo literario que integra las diversas culturas, han llegado a ser conocidos y transmitidos por vía escrita mediante lo que se llama la “recopilación”; es decir, la transcripción recogida por escrito, de obras que venían siendo conocidas y repetidas mediante un método oral y que, por lo tanto, son anteriores a su puesta por escrito. Tal es el caso, por ejemplo, del
romancero español medieval.


Pero esa situación no está reservada solamente a expresiones sumamente antiguas, incluso anteriores al conocimiento de la escritura; sino que en ciertos ambientes culturales, en tiempos recientes se han recogido expresiones literarias o sus afines musicalizadas, las canciones siendo producto de fuentes puramente orales, a veces a causa de la carencia de alfabetización de quienes las originaron o transmitieron.


El enorme auge alcanzado por la literatura escrita en recientes décadas, a partir por una parte del desarrollo de tecnologías de imprenta de alta productividad y bajo costo, de la expansión de la alfabetización y un agregado adicional de mejoramiento educativo y cultural a nivel masivo, así como por otra parte, de la mayor capacidad de adquisición de libros y disponibilidad de tiempo libre para su lectura incluso por ciertas actividades que la facilitan, como el empleo de algunos medios de transporte del tipo de los trenes y autobuses de media distancia ha hecho que en general se asocie el concepto de literatura con la producción y la lectura de libros.


Sin embargo, aunque en general la palabra literatura se refiera a producciones artísticas que emplean el lenguaje escrito, no puede omitirse señalar que también cabe considerar la existencia de una “literatura oral”, es decir, no escrita. Estas expresiones de la literatura oral han sido, evidentemente, las más frecuentes a lo largo de la historia, en función del escaso desarrollo de la alfabetización, que durante muchos siglos estuvo reservada a un número muy escaso de personas ilustradas, mientras las grandes masas permanecían en el analfabetismo. Por lo tanto, la literatura oral ha sido predominante durante siglos, en una época en que no solamente el destinatario (receptor al que no cabe designar como lector) era analfableto, sino en la mayor parte de los casos lo era el propio creador, que tampoco sabía leer ni escribir.


De tal manera, hasta las épocas relativamente recientes de los desarrollos tecnológicos iniciados con la invención de la imprenta por Gütenberg, las obras literarias sólo pudieron perdurar a través de la labor de los copistas, especialmente en los monasterios medievales; y aún a partir del desarrollo de la impresión de libros, durante varios siglos ellos resultaban inaccesibles a la lectura masiva. En tales condiciones, la literatura oral y la literatura representada, eran las formas más posibles de divulgación de las creaciones literarias.


La literatura oral podía transmitirse sea por la mera repetición lo cual es especialmente aplicable a ciertas expresiones literarias como los romances mediante una representación escénica más o menos organizada a menudo en formas muy someras y breves o mediante la lectura colectiva de los textos, efectuada en voz alta, en beneficio de un grupo de personas analfabetas.


La musicalización de ciertas expresiones de literatura oral, generalmente versificada lírica o épica resultaba consecuencia natural de los elementos de ritmo y entonación de los propios textos. De modo que de la literatura oral surgieron las canciones; a menudo vinculadas a ciertas actividades que en sí mismas envuelven ciertos ritmos fácilmente trasladables a la expresión oral, tales como las canciones de trabajo que incorporan ritmos seriados (como las de los remeros), o las canciones que incorporan ritmos habituales como los del paso de los caballos utilizados en el campo o en el combate.


Notoriamente, la literatura oral no solamente mantiene su vigencia en los territorios y poblaciones donde aún perdura un alto grado de analfabetismo; sino también en las sociedades desarrolladas en las cuales las canciones a menudo son más expresiones literarias que musicales, potenciadas por la difusión que les habilita la tecnología de la reproducción y difusión masiva. Así, han dado lugar al surgimiento de actividades específicas como las de los llamados “cantautores”, en las cuales están plenamente presentes los elementos referentes a las formas y los contenidos, y a su empleo como vehículo no plenamente racional de la propaganda de ideologías y subculturas, aumentado todavía, en este caso, por los componentes estéticos propios de la música.


Del mismo modo, la literatura representada, originariamente surgida como un medio específico de expresión y comunicación, ha obtenido un desarrollo propio; siendo tanto el teatro en sus diversas manifestaciones, como el cine y la televisión, como medios audiovisuales de comunicación, expresiones que frecuentemente constituyen manifestaciones literarias, que asumen todos los géneros, formas y contenidos propios de la obra literaria escrita; a la cual a menudo adaptan para esas formas expresivas.



¿Sabias que el romanticismo es la Expresión Artística del Liberalismo?

El Romanticismo, la expresión artística y literaria del pensamiento liberal, penetró por primera vez en España en 1820 y alcanzó su máxima importancia entre los años 1830-40, una década marcada por la vuelta del exilio de muchos liberales tras la muerte de Fernando VII. Habían recibido influencias del Romanticismo francés tardío sin seguir los modelos ingleses y alemanes. Mariano José de Larra (1809-37) fue su máximo exponente y el espíritu romántico se dejó sentir todavía a finales de siglo a través de la poesía del Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) y, de manera parcial, en el drama grandilocuente del primer ganador español del Premio Nobel, José Echegaray.

El Romanticismo daría paso al movimiento costumbrista de Mesonero Romanos y Estebánez Calderón; a la poesía de Espronceda y a las piezas teatrales del Duque de Rivas, García Gutiérrez, Hartzenbusch y José Zorrilla (Don Juan Tenorio).

Durante la segunda mitad de siglo la exaltación romántica de los valores nacionalistas estimuló la aparición de las culturas regionales. En Cataluña, se restablecieron los Juegos Florales y Rubio i Ors, Verdaguer (L´Atlàntida y Canigó) y Guimerá (Terra baixa y Mar i cel) iniciaron un renacimiento lingüístico y literario catalán (la Renaixença).

De un modo similar, Nicomedes Pastor Díaz puso las bases para el renacimiento de las letras gallegas, que producirían dos figuras de excepción: Rosalía de Castro y Curros Enríquez.

En el último tercio de siglo, el movimiento romántico encontró su contrapartida en la prosa realista relacionada con el costumbrismo, el retrato de costumbres y usos: Fernán Caballero, Alarcón y Pered fueron los mayores exponentes. En el teatro, hubo autores prominentes como el sofisticado escritor de comedias Tamayo y Baus y Ventura de la Vega, autor de sainetes (farsas en un acto) y libretos para zarzuelas. Las dos grandes figuras de este período fueron Juan Valera (1828-1905) y Benito Pérez Galdós (1843-1920). Galdós, padre de la novela contemporánea, recreó la historia mundial de los 70 años anteriores en sus Episodios Nacionales.

El Realismo y Costumbrismo dieron paso al Naturalismo, con tres figuras de excepción: Leopoldo Alas "Clarín", Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez.

El final del siglo XIX fue testigo de inquietudes artísticas, filosóficas, literarias y políticas. Las instituciones fundadas a principios de siglo -el Ateneos (asociación cultural) y las Sociedades Artísticas y Literarias-, alcanzaron su momento de mayor actividad. El idealismo ético y la filosofía krausista representaron la ideología fundamental de los intelectuales más progresistas, aunque hubo muchos que permanecieron fieles a ideas más tradicionales. Joaquín Costa y Giner de los Ríos iniciaron el movimiento regeneracionista que dio como fruto varios investigadores extraordinarios en el campo del estudio de la historia: Amador de los Ríos, Menéndez Pidal, Rafael Altamira, Mila y Fontanals. El filósofo tradicional más importante fue Marcelino Menéndez Pelayo. Al mismo tiempo, se produjo una recuperación gradual en las investigaciones científicas, sobre todo en el campo de la medicina, con figuras tan importantes como Jaime Ferrán y el que sería ganador del Premio Nobel, Santiago Ramón y Cajal.


fuente: http://www.telefuerza.com/sabias_que/mostrar.php?id=584

Contexto histórico del romanticismo español

También en España el surgimiento del movimiento del romanticismo literario estuvo fuertemente vinculado a la evolución de los sucesos históricos, y especialmente al surgimiento del nacionalismo como un fenómeno político occidental preponderante en el Siglo XIX.


Como en muchos otros componentes de la historia de la España moderna, el surgimiento del romanticismo español, se vincula fuertemente con la caída de Napoléon luego de su derrota en Waterloo; y la evolución de la sociedad española luego de la desaparición del gobierno impuesto en la península ibérica por las invasiones napoleónicas.


Las Revoluciones Francesa y Norteamericana de fines del Siglo XVIII, impulsaron el surgimiento de corrientes de pensamiento liberal, republicano y antimonárquico en casi toda Europa. Por otra parte, la oposición al bonapartismo y a las ideas republicanas, estuvo dirigida por la Santa Alianza, que apoyó a los monarcas absolutistas en los principales Estados europeos.


Cuando en 1833 muere el Rey Fernando VII, que a pesar de haberse aprobado una Constitución de Cádiz en 1812 había restablecido la monarquía absolutista, estalló en España la primera de las Guerras Carlistas, en que luego de 7 años los partidarios de que ascendiera al trono español el hermano de Felipe, Carlos V, fueron derrotados por los partidarios de Isabel, hija de Felipe.


A la derrota de los Carlistas siguió una etapa de gran inestabilidad política, pautada por una fuerte corriente antimonáquica que desembocó en la revolución de 1868 que dejó al Gral. Prim como hombre fuerte. Luego de 2 años de una inestable monarquía bajo el reinado de Amadeo I de Saboya, sobrevino la Primera República, que no alcanzó a durar un año; y que fue seguida por otro gobierno revolucionario encabezado por el Gral. Serrano.


Asesinado el Gral. Prim en 1871, el gobierno pro-monárquico de Cánovas del Castillo restableció la monarquía proclamándose rey en 1874 a Alfonso XII, hijo de Isabel y nieto de Fernando VII. La situación militar internacional de España fue altamente negativa, debiendo enfrentar la Guerra de Cuba con EE.U. y la de las Filipinas, ambas perdidas en 1898.


Cabe considerar que los comienzos del romanticismo español lo constituyen los poemas escritos hacia 1823 por José Joaquín de Mora, por entonces desterrado en Londres; a quien se señala como uno de los tres impulsores iniciales del romanticismo, conjuntamente con Alcalá Galiano y Blanco White.


A la muerte de Fernando VII retornaron a España un grupo de políticos e intelectuales liberales, y comenzó a publicarse en Madrid una revista literaria de orientación romántica, llamada “El Europeo” en que aparecen, entre otras, las obras de Mariano José de Larra. En los años de 1830 y 1840 aparecen las principales obras clásicas del período inicial del romanticismo español, especialmente las de Zorrilla, Espronceda, Bretón de los Herreros, Mesonero Romanos. Poco después aparecen las obras de Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, de Miguel de Campoamor y de Núñez de Arce.


El período de oro del romanticismo español se prolonga hasta la época de publicación del célebre “Don Juan Tenorio”, de José Zorrilla, aparecido en 1844; pero indudablemente, los factores esenciales del movimiento romántico permanecen firmemente arraigados, y en alguna medida, se manifiestan en buena parte de la literatura posterior.

Caracteres principales del romanticismo literario.

Como rasgos principalmente destacables de la corriente del romanticismo en la literatura y, en su medida, en otras artes cabe mencionar:


  • El individualismo subjetivista que, a partir de postular la libre expresión del sentimiento, se trasmuta en una percepción de la realidad concretada en términos de aceptación o rechazo más generalmente de rechazo puramente en función de la forma en que coincida o no con la propia subjetividad.
    Este subjetivismo se expresa a través de la recurrencia de temas tales como el sentido de frustración vital, del amor no correspondido, de la soledad, la tristeza, la nostalgia, la melancolía y la desesperación.
    La exasperación del individualismo se resuelve a menudo en una contrastación con la sociedad, frente a cuyas reglas frecuentemente denostadas como “moral burguesa”, se asume una actitud de rebeldía irracional, calificándola de mediocre e insensible a partir de una generalización que la personifica; y de cuyos componentes se escogen para exponerlos a veces embelleciéndolos moralmente o exaltándolos como producto de la “maldad” social a los sujetos más marginales y cuestionables, como los mendigos, los delincuentes, o los piratas.
  • El naturalismo Existe por lo general una inclinación a invocar a la Naturaleza, a presentar la vida en un ambiente de comunión con una naturaleza no contaminada por el hombre, al gusto de encontrarse en lugares de ambiente rural, donde la serenidad idílica del ambiente es propicia a la exaltación de la característica melancolía romántica.
    La visión dramática y sentimental de la naturaleza, lleva a que el propio paisaje se represente frecuentemente como un reflejo de los diversos estados de ánimo; sobre todo en la poesía.
  • El esoterismo que se manifestó en no pocos casos como una actitud de trasfondo escapista de la realidad actual y local en la cual el artista no se siente cómodo; y de la cual se aleja en el tiempo situándose en remotos tiempos pasados, o en el espacio mediante la ubicación de los escenarios en lugares lejanos, del oriente, con fuertes componentes imaginarios y personajes rodeados de misterio.
    Esta característica se manifiesta también mediante un escape de la realidad actual, por la incorporación de elementos abiertamente fantasiosos del tipo de los que aparecen en los célebres cuentos del dinamarqués Hans Christian Andersen, o de los Hermanos Grimm, y en los “Cuentos fantásticos” de E.T.A. Hoffmann, utilizados asimismo como motivo de un conocido poema musical.
  • El tradicionalismo pautado por la nostalgia por el pasado tradicional; elemento generalmente asociado al componente nacionalista, que llevó a que se realizaran varias recopilaciones de antiguas canciones populares.
  • Lo recurso a lo sobrenatural La atracción por lo irracional y lo misterioso e inexplicable, que contrasta con el racionalismo; así como el recurrente tema de la muerte, la alusión a ruinas, cementerios, etc.
  • La exaltación del yo individual Existe una marcado egocentrismo, una proyección sobre sí mismo, una tendencia a considerarse el centro de todas las cosas y el elegido de la inspiración.
  • El problema de la propia identidad no solamente en el plano vinculado al nacionalismo y la identidad cultural, tradicional e idiomática; sino incluso en el plano psicológico, en el cual aparecen reiteradamente temas como el del pacto con el diablo, e inclusive el desdoblamiento de la personalidad.
  • La actitud estética Al contrario del esmero formal que caracterizara al barroco en su objetivo de producir una obra de arte hermosa, elaborada y perfecta en sus formas, el romanticismo pone el acento en la espiritualidad del contenido; centra el objetivo de la obra de arte más en la persona del creador que en la creación misma. A pesar de que en gran medida el romanticismo buscó purificar el instrumento idiomático como expresión de la identidad nacional, por otro lado se liberó fuertemente de las reglas rígidas estructurales de la versificación y en la estructura teatral de las tres “unidades” clásicas; y del mismo modo ocurrió con los instrumentos formales de otras formas artísticas, sea la música o la pintura. En general, la obra de arte fue estéticamente concebida como un instrumento para transmitir la interioridad personal del artista, más que como un objeto en sí misma.

fuente: http://www.liceodigital.com/literatura/romantic.htm

El Romanticismo



El Romanticismo es un movimiento artístico y cultural, además de un modo de vida, que surgió en Alemania a finales del s. XVIII (prerromanticismo), de la mano de autores como Schiller y Goethe, y se extendió por Europa durante la primera mitad del XIX. La literatura es la disciplina que mejor refleja este movimiento.Las características más importantes son:· Primacía de la imaginación y los sentimientos sobre la racionalidad (sentimientos frente a razón, es un movimiento que se opone a la Ilustración)· Los temas son el amor, la melancolía y la fatalidad del destino.· Los personajes son solitarios e introvertidos.· Nostalgia por tiempos pasados (evasión)· Elogio e importancia de la naturaleza, la cual suele estar acorde con el estado de ánimo del escritor o el personaje.· Rechazo de todo tipo de imposición formal, ruptura con las reglas clásicas de los géneros literarios.Goethe es un autor prerromántico que destaca, sobre todo, por la libertad de pensamiento, la pasión y la novedad de los temas. Su novela Werther fue la primera novela epistolar representativa de la literatura alemana moderna y se convirtió en modelo de muchísimas narraciones. Tuvo tal éxito que generaciones posteriores tomaron como modelo a su protagonista y vieron en el suicidio la salida a sus desengaños amorosos.

- Clases de romanticismo:
Romanticismo conservador: pretende restaurar los valores tradicionales, patrióticos y religiosos. (Schegel, Scout, Chateaubriand y Zorrilla y el duque de Rivas).
Romanticismo liberal: encarna los valores más progresistas y revolucionarios del momento. (Lord Byron, Víctor Hugo y Dumas, y Larra y Espronceda).
En cierto modo, el romanticismo representa un ejemplo más de la dinámica pendular de muchos movimientos culturales y del arte occidental; ya que contrapone al cuidadoso formalismo y al intelectualismo racionalista del barroco, el predominio de las emociones y de los sentimientos; al mismo tiempo que postula un alto grado de libertad formal. Todo lo cual, indudablemente, opera en el sentido de que - sobre todo en el campo de la literatura - las creaciones artísticas resulten ser accesibles a un público promedio que está a medio camino entre el refinamiento cultural de unos pocos y la casi total ignorancia de la gran masa de la población, que era la situación prevaleciente en la época previa.

Como surge de sus antecedentes, uno de los ingredientes del romanticismo fue precisamente el objetivo de acercarse a las expresiones populares, recogiendo de alguna forma la tradición del romancero medieval y de las canciones contemporáneas; y la aproximación a la naturaleza.
De esta manera, el estilo característico de la literatura romántica en general, es la invocación de los sentimientos, especialmente aquellos de índole más individual y subjetiva como en particular el sentimiento amoroso; y un recurso a la imaginación creadora en el orden formal - particularmente en la poesía - apuntanto a la liberación de las formas estrictas (como la del soneto, por ejemplo). En el teatro, fueron abandonadas las tres unidades clásicas de tiempo, de espacio y de acción.

Otro elemento característico de la literatura romántica, es la desaparición del personaje heroico, pasando a ocupar el lugar protagónico un tipo de individualidad más cercana a lo que Rousseau llamara el “hombre corriente”.

Los componentes que están implícitos en la literatura romántica, son principalmente el predominio - y frecuentemente el triunfo - del sentimiento sobre la razón, de la emoción sobre la lógica, de la intuición sobre la certidumbre de la ciencia.



En cuanto a su temática, deben señalarse los orígenes filosóficos del romanticismo literario, fuertemente influídos por el pensamiento previo y contemporáneo de la Revolución Francesa, como las ideas de los enciclopedistas y de Juan Jacobo Rousseau; que hacían confluir posiciones políticas y de desenvolvimiento individual, al sustentar la liberación frente al despotismo como frente a los convencionalismos sociales.


Argumento de Werther

Se trata de una novela epistolar en las dos primeras de sus tres partes. El argumento es el siguiente: El joven Werther se recupera de unas penas amorosas en el campo, leyendo a Homero y dibujando. En un baile de una casa burguesa conoce a Carlota, de la que se siente enamorado en seguida, especialmente al oírla citar a Klopstock ante el espectáculo de una tormenta. Carlota, sin embargo, tiene un prometido que, aunque tolerante y nada celoso con Werther, no muestra mucha sensibilidad espiritual: por ejemplo, no tiene ninguna comprensión con los suicidas. Werther trata de permanecer lejos de Carlota, asumiendo ocupaciones en otra ciudad; pero acaba por volver junto a ella, aun sabiendo que se ha casado ya. En una visita –ausente el marido- le lee su traducción de Ossián, y llega a acercarse demasiado a ella, que corta esa aproximación y se marcha. Werther entonces decide suicidarse, precisamente con una pistola que ha pedido prestada al marido de Carlota para seguridad en un viaje.




Es innegable el trasfondo personal y autobiográfico de este argumento: Goethe, al igual que su personaje, se enamoró de una muchacha prometida con un diplomático de Hannover, Kestner, quien llevaba un diario detallado en el que relata cómo Goethe intentó acercarse a su esposa Charlotte y fracasó. Además, fue el mismo Kestner quien escribió a Goethe contándole el suicidio de un colega por el fracaso en su amor a una mujer casada, suicidio que cometión con una de las pistolas que pidió prestadas al mismo Kestner. Todo esto inspiró a Goethe en la creación de esta novela