Como disciplina objeto de estudio dirigido a la formación de una superior condición cultural, la literatura ha adquirido el concepto con que actualmente se la emplea, en épocas bastante recientes.
Y más todavía, como una actividad explícitamente realizada por quienes tienen una inclinación a producir obras artísticas mediante el lenguaje, con un objetivo primariamente creativo en sí mismo pero finalmente dirigido a su difusión en un medio social incluso como una forma de profesionalidad y un medio económico de vida y a la cual otros grupos de personas están atentas como lectores, analistas o estudiosos.
El cultivo expreso de la literatura, como actividad dirigida a la elaboración de textos susceptibles de ser calificados como obras literarias así como el estudio de sus elementos instrumentales y el ordenamiento analítico de sus contenidos forma parte de un conjunto de expresiones culturales que habitualmente se integran en el concepto de las “Humanidades”; conjuntamente con otras disciplinas como pueden ser las otras artes tales como la música, la pintura o la escultura, la Filosofía, la Economía, el Derecho, y otras que tienen como factor común el ser resultado de la actividad humana, y no meros productos de la Naturaleza. Reservándose, para el estudio de estos últimos, la denominación de Ciencias.
El enfoque en la producción literaria, con el sentido expuesto, tuvo un importante impulso en la segunda mitad del siglo XVIII; a pesar de que indudablemente muchas de las más importantes obras literarias de las épocas recientes, habían sido realizadas con anterioridad, especialmente hacia la época del Renacimiento.
Hacia 1800 hizo aparición un libro escrito por Mme. de Staël, titulado “De la literatura considerada en sus relaciones con las instituciones sociales”; que en cierto modo resumió el enfoque actual y el contenido que se asigna a la literatura como disciplina o como actividad creadora: como “arte de la palabra” aunque esta expresión puede aplicarse a otras disciplinas afines, tales como la oratoria o el recitado teatral, que no corresponden estrictamente al concepto específico de literatura.
Valerse del lenguaje para expresar emociones, para comunicar sensaciones o pensamientos, es sin duda uno de los motivos de propia existencia de ese lenguaje entre los hombres. De tal manera, no puede llamar la atención que hayan existido textos que puedan calificarse de literarios, desde lo mismos inicios de la escritura. Del mismo modo que, aún antes del surgimiento de la escritura, de todos modos los hombres se transmitieron lo que pueden considerarse obras literarias, sólo mediante el empleo de la memoria y de la transmisión oral.
En tal sentido, de cierto modo todo lo que constituye el enorme acervo de textos registrados de la Humanidad, puede considerarse parte integrante de la literatura; incluso en aquellos casos en que esos textos no fueron escritos con un propósito deliberada o fundamentalmente artístico.
Además de los textos que procuraban recoger las tradiciones y fundamentos religiosos o históricos de los pueblos antiguos, han existido otras expresiones más directamente literarias, no escritas. Numerosos componentes del acervo literario que integra las diversas culturas, han llegado a ser conocidos y transmitidos por vía escrita mediante lo que se llama la “recopilación”; es decir, la transcripción recogida por escrito, de obras que venían siendo conocidas y repetidas mediante un método oral y que, por lo tanto, son anteriores a su puesta por escrito. Tal es el caso, por ejemplo, del romancero español medieval.
Pero esa situación no está reservada solamente a expresiones sumamente antiguas, incluso anteriores al conocimiento de la escritura; sino que en ciertos ambientes culturales, en tiempos recientes se han recogido expresiones literarias o sus afines musicalizadas, las canciones siendo producto de fuentes puramente orales, a veces a causa de la carencia de alfabetización de quienes las originaron o transmitieron.
El enorme auge alcanzado por la literatura escrita en recientes décadas, a partir por una parte del desarrollo de tecnologías de imprenta de alta productividad y bajo costo, de la expansión de la alfabetización y un agregado adicional de mejoramiento educativo y cultural a nivel masivo, así como por otra parte, de la mayor capacidad de adquisición de libros y disponibilidad de tiempo libre para su lectura incluso por ciertas actividades que la facilitan, como el empleo de algunos medios de transporte del tipo de los trenes y autobuses de media distancia ha hecho que en general se asocie el concepto de literatura con la producción y la lectura de libros.
Sin embargo, aunque en general la palabra literatura se refiera a producciones artísticas que emplean el lenguaje escrito, no puede omitirse señalar que también cabe considerar la existencia de una “literatura oral”, es decir, no escrita. Estas expresiones de la literatura oral han sido, evidentemente, las más frecuentes a lo largo de la historia, en función del escaso desarrollo de la alfabetización, que durante muchos siglos estuvo reservada a un número muy escaso de personas ilustradas, mientras las grandes masas permanecían en el analfabetismo. Por lo tanto, la literatura oral ha sido predominante durante siglos, en una época en que no solamente el destinatario (receptor al que no cabe designar como lector) era analfableto, sino en la mayor parte de los casos lo era el propio creador, que tampoco sabía leer ni escribir.
De tal manera, hasta las épocas relativamente recientes de los desarrollos tecnológicos iniciados con la invención de la imprenta por Gütenberg, las obras literarias sólo pudieron perdurar a través de la labor de los copistas, especialmente en los monasterios medievales; y aún a partir del desarrollo de la impresión de libros, durante varios siglos ellos resultaban inaccesibles a la lectura masiva. En tales condiciones, la literatura oral y la literatura representada, eran las formas más posibles de divulgación de las creaciones literarias.
La literatura oral podía transmitirse sea por la mera repetición lo cual es especialmente aplicable a ciertas expresiones literarias como los romances mediante una representación escénica más o menos organizada a menudo en formas muy someras y breves o mediante la lectura colectiva de los textos, efectuada en voz alta, en beneficio de un grupo de personas analfabetas.
La musicalización de ciertas expresiones de literatura oral, generalmente versificada lírica o épica resultaba consecuencia natural de los elementos de ritmo y entonación de los propios textos. De modo que de la literatura oral surgieron las canciones; a menudo vinculadas a ciertas actividades que en sí mismas envuelven ciertos ritmos fácilmente trasladables a la expresión oral, tales como las canciones de trabajo que incorporan ritmos seriados (como las de los remeros), o las canciones que incorporan ritmos habituales como los del paso de los caballos utilizados en el campo o en el combate.
Notoriamente, la literatura oral no solamente mantiene su vigencia en los territorios y poblaciones donde aún perdura un alto grado de analfabetismo; sino también en las sociedades desarrolladas en las cuales las canciones a menudo son más expresiones literarias que musicales, potenciadas por la difusión que les habilita la tecnología de la reproducción y difusión masiva. Así, han dado lugar al surgimiento de actividades específicas como las de los llamados “cantautores”, en las cuales están plenamente presentes los elementos referentes a las formas y los contenidos, y a su empleo como vehículo no plenamente racional de la propaganda de ideologías y subculturas, aumentado todavía, en este caso, por los componentes estéticos propios de la música.
Del mismo modo, la literatura representada, originariamente surgida como un medio específico de expresión y comunicación, ha obtenido un desarrollo propio; siendo tanto el teatro en sus diversas manifestaciones, como el cine y la televisión, como medios audiovisuales de comunicación, expresiones que frecuentemente constituyen manifestaciones literarias, que asumen todos los géneros, formas y contenidos propios de la obra literaria escrita; a la cual a menudo adaptan para esas formas expresivas.
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